Friday 11 February 2011

SPA: Lo que todo español debe saber sobre el estado de bienestar sueco


Suele resultar embarazoso cuando la gente de países pequeños trata de explicar por qué está tan orgullosa de su patria, esperando que el resto del mundo le entienda. Sin embargo, eso es exactamente lo que ahora voy a hacer. Mi excusa es, parcialmente, que aquí en mi nueva residencia, Vilanova i la Geltrú (Barcelona), tengo amigos que viven en la falsa ilusión de que mi país es una prueba de la superioridad del socialismo democrático. Pero sobre todo que, últimamente, Suecia disfruta de mucha atención positiva.

El crecimiento económico de Suecia para 2011 se estima en los 4%, y así el país se ve "tan fuerte como Pippi Calzaslargas", según un representante de la OCDE. Wall Street Journal ha elogiado al gobierno sueco por prognosticar un superávit presupuestario de 1% ya en este año y en the Economist hemos podido leer que David Cameron, el Primer Ministro de Inglaterra, ha mostrado interés en la disciplina financiera y las reformas orientadas al libre mercado implementadas con tanto éxito por los gobiernos de centro-derecha en los países escandinavos. La cobertura internacional de Suecia desde luego no siempre ha sido tan alentador, aunque los años difíciles de mi país parecen haber pasado sin notar en España.

Yo nací 1971 en un país que era el número cuatro del mundo en términos de PIB per cápita, pero veinte años más tarde había caído a la posición 17. A pesar de buenas intenciones, el tradicional "modelo sueco", creaba una sociedad donde los esfuerzos personales como la educación o horas extras en el trabajo no generaban ingresos netos adicionales y donde la administración pública - y por lo tanto la deuda pública - se hacía cada vez más grande.

Incluso los socialdemócratas se dieron cuenta de que las cosas iban mal, pero la reforma fiscal que llevaron a cabo en 1988 no llegó lo suficientemente lejos. En 1991, yo personalmente participó en una campaña electoral en el cual advertimos que había una "bomba de desempleo" a punto de estallar, y por desgracia es lo que sucedió. A finales de 1992, la confianza de los acreedores de Suecia se había arruinado y la crisis se agudizó. El gobierno se vio obligado a abandonar el tipo de cambio fijo de la corona sueca, que rápidamente perdió casi el 30% de su valor.

En ese momento, éramos muchas las personas que considerábamos que los mercados - personificados por el financiero George Soros - eran injustos con nosotros, pero todos veíamos que los problemas eran casi aislados en Suecia así que no cabía la duda sobre quién tenía que resolverlos. En la primavera de 1993 la televisión nacional sueca difundió un programa de cuatro horas con el título "Un día para Suecia" ("En dag för Sverige") donde políticos, columnistas y otros trataron de trazar un camino hacia el futuro y como que yo acababa de empezar a estudiar economía en la universidad, lo seguí de principio a fin. Por eso, he guardado el título de este programa como un símbolo del espíritu que había, no de consenso - sería una palabra demasiado fuerte - pero una certeza mutua de que la concienciación de la gente sobre la crisis ofrecía una oportunidad única para tomar esas decisiones difíciles que tanto los de la derecha como los de la izquierda sabían que eran necesarias.

Durante el otoño 1992 y la primavera 1993 el gobierno y la oposición en conjunto adoptaron un cambio radical en el sistema de pensiones, introdujeron normas más estrictas en la seguridad social de salud y mejoraron las condiciones para los empleadores. Al mismo tiempo acordaron que Suecia iba a solicitar su ingreso en la UE, cosa que en sí misma no influía en la economía, pero que envió una señal de que el experimento con la "política de la Tercera Vía" había acabado. Estas medidas no resolvieron todos los problemas - los recortes del gasto público se hacían año tras año hasta 1998 -, pero pusieron las bases para el país más competitivo que vemos hoy.

Después de estos años, la Socialdemocracia sueca se trasladó de una manera comprensiva hacía el centro del panorama político – cosa que llamaría una adaptación de hecho a las realidades de una economía de mercado. Cuando lo peor de la crisis había terminado, muchos de sus seguidores exigieron reajustes (återställare, en sueco), pero la dirección del partido se resistió. "El que está en deuda no es libre", mantenía el Primer Ministro Göran Persson y seguía amortizando la deuda pública.

Ni siquiera hoy en día el movimiento obrero sueco desestimaría el reconocimiento internacional de nuestro país con el argumento de que se trata de una prensa de negocio peligrosamente neo-liberal. Al final, es más probable que los Socialdemócratas se sienten heridos - no por no estár de acuerdo con las políticas que se llevan a cabo (en el momento de escribir este post, ni tan solo han decidido si irán hacia la izquierda o la derecha) -, sino porque durante décadas podían presentarse como la única fuerza política sueca que sabía generar prosperidad. ¡Lástima que el gobierno actual del centro-derecha ha demostrado disponer de la misma capacidad! Y el hecho que las opiniones positivas provienen de EE.UU. e Inglaterra hace las cosas aún peor. Creo que no hay otros países que tienen un impacto tan directo en la imagen que los suecos tenemos de nosotros mismos.

Ahora bien, los Socialdemócratas no son los únicos que se han reposicionado. Sin exagerar demasiado, diría que ahora tenemos un parlamento, Riksdagen, donde seis de ocho partidos compiten por los mismos votantes, o al menos tienen cuidado de no alejarlos. Y el electorado, por su parte, se compone de personas que con sus propios ojos han visto como un estado de bienestar puede ser reformado sin ser destruido. Como resultado tenemos un debate sobre las políticas económicas y sociales que está totalmente enfocado en soluciones racionales y mensurables y donde no se pierde el tiempo con dogmas ideológicas. Cierto, esta falta de visiones es un poco aburrida, pero al mismo tiempo refuerza la estabilidad y la confianza en la economía, que a su vez genera la prosperidad necesaria para mantener un estado de bienestar fuerte. No del mismo modelo que, en su día, los Socialdemócratas hicieron famoso, pero un estado de bienestar que incluso ellos mismos han tenido que reconocer como superior.

Habiendo llegado aquí, ya no me importa si os resulta embarazoso: ¡Estoy muy orgulloso de Suecia! Sin embargo, aunque espero poder seguir sentiendo así, prometo no escribir más sobre estos sentimientos. Al final, hacerlo es muy poco sueco.

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Lectura adicional: Otras adaptaciones políticas a la realidad

La segunda profunda adaptación a la realidad se produjo hace unos años cuando Moderaterna, hasta entonces la fuerza política con el perfil más neo-liberal. Después de que Fredrik Reinfeldt se hizo cargo de la dirección, por fin aceptaron que al sueco promedio le gusta su estado de bienestar, así que en lugar de tratar de limitarlo, ahora este partido se centra en hacerlo económicamente viable y eficiente. Gracias a este cambio estratégico el partido se ha hecho más grande que Socialdemokraterna y lidera un gobierno de centro-derecha que goza de un fuerte apoyo de los votantes.

Un tercer movimiento hacia el centro parece suceder en este momento ya que Gustav Fridolin - uno de los principales candidatos para dirigir los ecologistas - ha escrito un artículo defendiendo la herencia liberal de Suecia. Esto puede extrañar en España, pero en las elecciones del año pasado Miljöpartiet se convirtió en el tercer partido más votado del parlamento sueco, y puesto que su objetivo es mantener esa posición, no pueden darse el lujo de ser calificado como sólidamente "de izquierdas".

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Las fuentes de este texto pueden encontrarse en su versión principal en inglés. Además existen versiones en catalán y en sueco.

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